TE ABORRECÍA era un pequeño boliche del Litoral en donde el Narigón Paz había perdido un diente comiendo la especialidad de la casa: una milanesa de algo que ni siquiera era animal. Era, también, el lugar obligado para quien hubiera viajado mil kilómetros para ver perder a su equipo de visitante. Era un tugurio peligrosísimo e inmundo, una cueva de Lascaux, un sepulcro fenicio. Era todo eso. Pero, sobre todas las cosas, era el único lugar en el pueblo en donde se podía comer. Recuerdo que el hecho del "desdentamiento" era algo tan normal en aquel sitio, que a cualquiera parecía ridículo que yo, inmóvil ante la tragedia, demostrase asombro. "La sorpresa es para los porteños", había dicho un comensal intentando comenzar una batalla. Sin embargo, Paz, que, de todos, era el menos poseedor del espíritu lugareño, parecía no percibir la ausencia de dicha pieza en su boca. Estaba, más bien, absorto. Discutía con alguno de sus fantasmas acerca de un tema mucho menos profano que el cambio de fisonomía que debería afrontar más tarde, en el micro de vuelta, o treinta años después. El Narigón era un filósofo del fútbol. Lo conocía de haber ido a alentar a nuestro equipo de fútbol durante años. Éramos amigos, grandes amigos. Todas sus sentencias eran verdaderas y el equipo acababa perdiendo, ganando, empatando, en la ruina o en la gloria institucional, según fuera su predicción. No se adelantaba a los hechos, analizaba el acontecimiento y podía ver allí el signo de lo que iría a ocurrir. Cuando llegaba a una conclusión, la hacía pública, para que el club de toda la vida salvara los escollos de lo que vendría. Iba hasta la sede o bien enviaba un telegrama con el vaticinio. Naturalmente, a nadie le importaba. Pero no por eso iría a ceder. -Es como si El Zorro se rindiera. Todo sería del Capitán Monasterio. -Dijo una vez. Aquel día estaba en trance, disgustado con algo que no podía preveer aunque lo inquiriera casi al límite de la tortura. Hasta que, por fin, cuando creí que nos quedaríamos ahí por siempre, después de haber lavado la sangre que le quedara en la encía con la sangre bendita de jesus, tragando el pedazo de milanesa y probablemente el diente que le faltaba, habló:
-La Navidad de La Claudia. - Dijo. Y golpeó el puño contra la mesa.
-¿Qué? -Atiné a preguntarle, como saliendo de un sueño para entrar en uno mucho peor.
-¡La Claudia, boludo! La Navidad de La Claudia. Es la Navidad de La Claudia. Todo. ¡Cómo no lo vi antes! La Navidad de La Claudia. ¡Puta Madre! Jaja. ¿Te das cuenta?
-No sé de qué carajo me hablás, Narigón. Sólo sé que se te cayó un diente y que parecés más pirado que nunca y que seguro pierdas tu identidad, tu nombre de guerra, por el degradante "ventanita". Así que...
-¡Callate, pelotudo! -Interrumpió. Reía con una risa sobrehumana. Como debe reír el caos. -Vos sabés de qué te hablo.
-Sí, de La Claudia. -Le dije.
-No, de La Claudia, no. De la NA-VI-DAD DE LA CLAU-DIA. -Espetó. Apuró el trago. Me miró a los ojos y golpeó el puño contra la mesa. -¿Entendés?
-No. -Respondí, asustado y frustrado.
La Claudia, además de ser un modelo de ropa interior, era el capitán de nuestro equipo. Un 5 soplanucas que jamás agarraba una pelota a no ser que limara los tobillos de su contrario. La Claudia era famoso por no conocer el rostro de los jugadores del otro equipo. Jamás los veía de frente. Era como una estela que el contrario dejaba al atacar. Un rastro. Una huella. La Claudia era un ser en quien podía verse el número del contrario impreso en la retina opaca y bovina. La Claudia era el nihilismo del fútbol. El comienzo del fin. La oscuridad sin luz. El túnel sin salida. La Claudia era pésimo. A nadie le costaría admitirilo. Sin embargo, era el capitán del equipo y nada parecía hacer temblar su trono. Yo sabía que aquello le preocupaba a Paz, como a todos. Incluso los contrarios bajaban la cabeza con pesar y hasta nos echaban una palmadita en el hombro cuando oían pronunciar el nombre de nuestro 5. Pero no comprendía en absoluto lo que el Narigón balbuceaba, su nueva visión, qué tenía que ver aquél esperpento con la navidad. Y lo que era peor: por qué aquello se extendía a todo como una sombra metafísica.
-Te lo digo yo. -Ahora se paró, poseído y golpeó la mesa derramando el pingüino marrón que estaba ya hasta la mitad del precioso líquido. -ES LA NAVIDAD DE LA CLAUDIA. -Gritó.
Todos los parroquianos callaron de golpe. Parecían haber olvidado el 1 a 0 que nos hubieran propinado. Uno de ellos se persignó. El cocinero abandonó su cubil. Malena, la prostituta del pueblo, dejó de quitarse la cera de los oídos con el capuchón de la "Bic" y se tragó el chicle eterno que mascaba como señal. Dos gauchos se acercaron a palmearnos la espalda. Pero Paz los espantó con una mirada asesina.
-Mozo, tráigame una birome y un papel. -Ordenó.
Nadie hablaba de La Claudia en voz alta. Paz había olvidado ese detalle. Quizás le pareciera que ya no importaría. Que los dados estaban echados. Lo cierto es que todos nos estremecimos. El camarero, tembloroso, se acercó a la mesa. En los botones plateados de su delantal se reflejaba la mano de Paz haciendo un ademán. Algunos se taparon los ojos. Otros, más valientes, formaron un círculo en torno a nosotros. El Narigón tomó la birome, también un trozo de papel para secar las milanesas. Afuera no se oía un pájaro. El cielo, hasta entonces diáfano, se nubló de golpe. Comenzó a hacer frío, pese a que fuera febrero. El corazón se me detuvo un instante. Traté de sentirlo apoyando la mano sobre el escudo del club bordado en mi camiseta. Dos lugareños se tomaron los genitales. Uno gimió y entró, en seguiuda, en un estado convulsivo.
Ocurrían cosas extrañas cuando se nombraba a La Claudia. Una vez, amigo en común, apodado Cabeza de Pastilla, había pronunciado su nombre entrando a la popular. Todos giraron a verlo. Minutos más tarde, estaba peleando con un payaso y dos enanos que lo maldecían. Algunos dicen que deliraba. Yo lo vi. Querían secuestrarlo y ocultarlo en el circo. Lo amenazaban con que no volvería a hablar. Lo salvó la avalancha. La gente festejó una lesión de La Claudia, como si fuera un gol. Ese año el 5 no jugó. Salimos campeones. Pero Cabeza de Pastilla no pudo volver a pisar las gradas del estadio.
-¿Cuántos técnicos tuvimos desde que está La Claudia? -Preguntó Paz.
-Siete. -Respondí.
-Siete. -Repitió. -El significado del número siete es Urano. Urano es el cielo. El siete es la suma de tres (la Divinidad, la Santísima Trinidad) más cuatro (la Tierra o los cuatro elementos de La Tierra). El Siete es un número destinal. Si te fijás, significa que las cosas pueden ser transformadas. El siete es la perfección. Jesús le dice a Pedro que debe perdonar a su hermano hasta setenta veces siete. El siete es un número sagrado. El séptimo técnico nos devolvería la felicidad. -Hizo un pausa. Empujó al mozo con un codo. -Otro. -Le pidió, señalando el pingüino volcado sobre la mesa. -Y un trapo.
Percibí el silecio sepulcral. Un halo parecía adornar la camiseta de Paz. Cerré los ojos un instante y me pellizqué para ver si no estaba soñando. Cuando los abrí, noté que Paz se besaba el escudo de la camiseta. Malena, la prostituta, lloraba muda. Oí al parroquiano de al lado tragar saliva. El mozo se acercó raudo. Secó la mensa con un trapo rejilla gris. Nos sivió vino y apoyó la jarra. Paz continuaba de pie. Tomamos el vaso de un trago, al unísono. Afuera sonó el silbido del tren. Fuera de eso, nada. Paz apoyó la birome y el papel sobre la mesa. A través del hueco que había dejado el diente que le arrancara el sandwich "veía" sus palabras. Comprensía el peso que tendrían para el futuro. Por fin, apoyó el vaso y carraspeó.
-No es extraño. -Dijo. - El siete es un número que representa muchas cosas. También nos muestra todo lo malo que puede ocurrir: Por un lado tenemos las 7 Iglesias de Asia, los siete espíritus del trono de Dios, las siete trompetas, los siete candeleros, los siete cuernos, todo ello en el Apocalipsis. Los siete sacramentos, etc. Por otro, tenemos los siete pecados capitales, los siete demonios que salieron de Magdalena. Y hasta leí en algún lado que Jesús dijo que si un espíritu inmundo sale de un hombre puede regresar con otros siete espíritus peores. Entonces, el siete es la perfección del Bien y también la perfección del Mal. Este es el séptimo técnico. No es raro que la maldición de La Claudia busque arruinarnos ahora. La Claudia tiene un contrato con el club hasta junio, el mes seis. De no renovar ese contrato, el mes siete quedaría libre.
No me atrevía a interrumpirlo, pero mi curiosidad pudo más.
-¿Qué tiene que ver eso con la Navidad? -Pregunté.
Paz me miró satisfecho. -Ya vas a ver. -Dijo.
-No te entiendo. Entiendo todo hasta ahora, pero nada de la Navidad. -Acoté.
En realidad, tenía miedo. No quería expresarlo. Pero se me notaba. Intentaba no oír lo que vendría, pero quería saber acerca del destino de aquel club que desde mis bisabuelos a mi hijo fuera heradado como un escudo de heráldico.
Paz sonrió. -Cagazo, ¿no? La Claudia estuvo a punto de irse unas seis veces. Esta sería la séptima. Quiere irse. Pero planea algo tremendo. Yo lo descubrí. Es La Navidad de la Claudia. Una antinavidad. Un antirregalo. La perfección del mal. -Tomó el papel y la birome y dibujó un triángulo invertido. Después lo tapó con la mano.
-La navidad, el nacimiento de Cristo, es en el mes 12. Si La Claudia se fuera en junio y este año no saliéramos campeones. Lo haríamos el próximo. Si saliéramos este sería en el 2012. Si en el otro, sería a doce años de haber sido campeones. -Extrajo un cuaderno de notas. -En algún lugar leí esto. "El número 12 es también simbólico. Significa "elección". Por eso se hablará de las 12 tribus de Israel, cuando en realidad el Antiguo Testamento menciona más de 12; pero con esto se quiere decir que eran tribus "elegidas". Igualmente se agruparán en 12 a los profetas menores del Antiguo Testamento. También el Evangelio mencionará 12 apóstoles de Jesús, que resultan ser más de 12 si comparamos sus nombres; pero se los llama "Los Doce" porque son los elegidos del Señor. Asimismo Jesús asegura tener 12 legiones de ángeles a su disposición (Mt 26,53). El Apocalipsis hablará de 12 estrellas que coronan a la Mujer, 12 puertas de Jerusalén, 12 ángeles, 12 frutos del árbol de la vida." El doce también es un número importante. El siete, la perfección del Bien o del Mal; el doce, la Elección. El último partido que ganamos, aquél que echaron a La Claudia, quedamos con doce jugadores. El 12 es la Elección. Este es el año de elegir. Si La Claudia se va o si la Claudia se queda. Yo descubrí que desde Navidad está planeando hundirnos por completo, sabiendo que es probable que se vaya del club. Y, como burla está convenciendo al técnico de invertir el esquema. Con la idea de un juego más ofensivo. Con la mentira de querer ganar. -Dió vuelta el papel y dibujó un triángulo.
-Así jugamos ahora:
x
x x
x x x
x x x x
x
-Es un árbol de Navidad. Por ahora no resulta, excepto cuando podemos poner un buen cinco en lugar de La Claudia. Pero La Claudia tiene peso. Quiere que se juegue a lo que él quiere. Yo sé que hay una brujería. Que La Claudia es una especie de Anticristo. Sé que les echó un conjuro a al presidente y al vicepresidente del club para que obliguen a los técnicos a ponerlo. sé que puede hipnotizar a un técnico. Y en Navidad lo planeó. Diseñó el plan que nos arruinará. La Antinavidad o la Navidad de la Claudia. Se trata de lograr que tan sólo una vez se dibuje en el campo de juego su burla. Una sola y ¡chau, perdimos para siempre! Sabe que si lo vencemos saldremos campeones mil veces. Pero él tiene el poder en sus manos. Por eso convenció al técnico de que pida más delanteros. ¿Qué necesitábamos nostros? ¡Contestá!
-Un ocho.
-¿Sabés lo que siginifica el ocho? No, dejá. Ya sé que no sabés. El ocho significa "justicia". En otro lado leí: "Bajo el 8, el karma es el rey, y los iones cosecharán lo que hayan sembrado. El poder constituye la cualidad asociada con el 8. El ardor, el celo, la resolución y la
capacidad de ver las cosas en términos amplios le inspiran ambición, añadiéndose a esto las cualidades requeridas para conquistar objetivos materiales. El 8 posee el vigor preciso para superar todos los obstáculos y termina por triunfar gracias a su capacidad y su perseverancia. Puede llegar muy alto basandose en las ideas y los planes que se han ido formulando gradualmente durante los siete ciclos anteriores. Con sus normas justas y éticas, sus capacidades de buen juicio y organización, logrará el reconocimiento, el poder y recompensas financieras." El actual ocho que tenemos es un "falso ocho", muy a su pesar, porque es un cinco perfecto. Sin embargo La Claudia sabe que, de venir un ocho, estaría acabado para siempre. Por eso pidió otro nueve, que es un seis al revés y que es el número del mal y la imperfección, a pesar de que ese jugador sea bueno y nos sirva. La Claudia más delanteros para dibujar su Antinavidad en el campo. Te lo repito. Para que el doce no se cumpla.
Un anciano con la camiseta del club que nos venciera no se contuvo. -Mostrálo, pibe. -Le dijo. Pero Paz no lo oyó. Lo iba a mistrar de todas formas. Alzó, entonces el papel y me lo acercó a la cara, tanto que tuve que retroceder para verlo.
-Este. Este es el dibujo de La Claudia. Lo encontró el utilero entre sus cosas. Pensó que sería un dibujo de la nueva marca de calzoncillos que La Claudia dijo modelar... ¡Para Navidad! Me lo dio porque sabe cuánto lo detesto, para que lo publique como una broma. Pero ahora lo voy a usar como acusación.
Paz escupió en el piso a través de la ventanta que dejó el diente y me mostró el dibujo.
x
x x x x
x x x
x x
x
-Es un árbol de Navidad al revés. Una flecha que va hacia abajo. Al infierno.
Se escuchó un estruendo. Todos saltamos de golpe. Era un compañero nuestro que había llegado para avisarnos que se iba el micro. Tiramos cincuenta pesos sobre la mesa y salimos disparados. En el bar quedó el dibujo. Un amigo me contó que pusieron un vidrio sobre aquella mesa y dejaron el dibujo de fondo. Pasaron algunos meses. El técnico dice que armará un juego más ofensivo. El contrato de La Claudia vence en junio. Y yo tengo miedo.
Últimas imágenes 
Tema: La Navidad de La Claudia 
Lun Feb 27, 2012 12:02 pm
